
Escribe Darío Portillo
Estudiante de la maestría en Sociología, poeta y filósofo
A Rubén Darío
Déjame adueñar
de aquella fantasía
que brota y brota
de tu mente.
Déjame, la necesito
llenar el vacío
de mis tontas ideas
quienes redundan sin vacilación.
“Entrégame los pétalos
que ya pudiste acariciar
y muéstrame el camino
al rosal de los ensueños”
¡Demuéstrame
querer sin amar
y vivir sin haber nacido!
Entrégame al mar o al viento,
que sabré nadar,
sobrepasar sin barreras
el claro sendero del cielo.
Déjame y entrégame, hombre legendario
mis raíces la buscan
al igual tu en un tiempo.
Ofrezco me poseas
por el instante que desees
en el momento necesario,
no voy más del sueño
y me identifican tus versos;
tus versos afables mudas de regocijo
plenas de un amor
que solo tú podías dar.
A ti te guardarán cien años
y a tus manos deslumbradoras de arte
imperecederas cobijarán tu epitafio;
preciado zafiro
indeleble de belleza
quedó dormido contigo.
Déjame adueñar
de aquella fantasía
que brota y brota
de tu mente.
Déjame, la necesito
llenar el vacío
de mis tontas ideas
quienes redundan sin vacilación.
“Entrégame los pétalos
que ya pudiste acariciar
y muéstrame el camino
al rosal de los ensueños”
¡Demuéstrame
querer sin amar
y vivir sin haber nacido!
Entrégame al mar o al viento,
que sabré nadar,
sobrepasar sin barreras
el claro sendero del cielo.
Déjame y entrégame, hombre legendario
mis raíces la buscan
al igual tu en un tiempo.
Ofrezco me poseas
por el instante que desees
en el momento necesario,
no voy más del sueño
y me identifican tus versos;
tus versos afables mudas de regocijo
plenas de un amor
que solo tú podías dar.
A ti te guardarán cien años
y a tus manos deslumbradoras de arte
imperecederas cobijarán tu epitafio;
preciado zafiro
indeleble de belleza
quedó dormido contigo.
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