domingo, 9 de diciembre de 2012

Realidad social, desigualdad, política y proyecto país ¿Cuál es el lugar de la Universidad?

Javier Numan Caballero MerloSociólogo y docente universitario.

JUNIO DEL 2012: EL SlNTOMA, CURUGUA­TY: ¿17 MUERTOS?

En la descripción cualitativa antropológica emic (desde la mirada del otro) o etic (imponiendo la mirada
del investigador y sus categorias) de los acontecimien­tos o sucesos de ese día, se presentan diversas interpretaciones desde diferentes posiciones. Lo que toda la ciudadanía sabe sin duda alguna, es que ese dia la vida valió muy poco, y que hubo 'muertos', de paraguayos, de instituciones públicas, campesinos, y policías. Quién dio las órdenes, el primer tiro, la pri­mera provocacion, si estaba preparado, premeditado, si el resto fue venganza, si se contaba o no con el apoyo o venia del Gobiemo -algunas de sus principales autorida­des y referentes al menos- en pleno, o partes del mismo, etc., siguen siendo objeto de discusión, investigación y posicionamientos. Casi llegando a los mismos ribetes del mito urbano sobre si Argaña fue o no asesinado al igual que los jóvenes en las plazas frente al Cabildo en marzo de 1999. (Leer todo el artículo)

Obs.: El artículo fue escrito para la revista Cuadernos Pedagógicos - UCA - Filosofía y Ciencias Humanas - Noviembre 2012. 

La prensa paraguaya y los designios de Bauman


Abogado y estudiante de la maestría en Sociología

El inicio del tercer milenio dinamizó la palabra postmodernidad hasta dotarla de una sensación de movimiento constante. En esta larga locomotora en que los últimos e incómodos vagones son los rezagados países en vías de desarrollo, cada pasajero percibe de manera directa o indirecta los cambios culturales como el clima imprevisible que ejerce su influencia sobre nuestro viaje.

En la transición de la modernidad a la postmodernidad los comunes elementos de histórico desarrollo, como las transiciones políticas y el cambio generacional, han generado varias interrogantes sobre la función social de los intelectuales a nivel mundial. Hoy, a cincuenta años de las manifestaciones de Sartre y Camus sobre este tema, encontramos la distinción del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, consistente en dos tipos de intelectuales: los legisladores y los intérpretes, quienes como pertenecientes respectivos a los dos periodos citados, son casi símbolos de su época. De ellos, Eduardo Fidanza nos dice: Los primeros hacen afirmaciones de autoridad que arbitran y resuelven controversias; sus dictámenes son considerados correctos y vinculantes, y se legitiman por un conocimiento superior, universalmente aceptado. Los intérpretes ejecutan, en cambio, una traducción de enunciados entre tradiciones distintas. Así, se adentran en lo diferente tratando de descifrarlo. Practican la hermenéutica antes que la autoridad. En sentido político encontramos al primer personaje inserto en un mundo duro y belicoso, con gran carga de autoritarismo, mientras que el intérprete pertenece a un época menos rigurosa y con mayor desarrollo democrático, lo que posibilita la aparición de situaciones y hasta fenómenos dignos de ser interpretados. Uno de ellos sería la tecnología y su influencia en la comunicación de las personas, que adosa complejidad a la vida del ciudadano común.

La labor de estos dos intelectuales caratulados se debate entre la teoría y la realidad, lo ideal y lo concreto, el “deber ser” y el ser verdadero, pero sin encontrar un vínculo práctico entre estos dos campos de acción. Si asumimos que un intelectual es cualquier persona con cierta formación académica que ejerce una función laboral a partir de su intelecto, podemos decir que los medios de comunicación se sustentan en ellos.

Sin embargo lo que nos dice Fidanza es que la función intelectual no acompaña el vértigo de los tiempos, y para revertir la situación sugiere que este oficio debe esforzarse por entender en lugar de dictaminar. Penetrar en lo distinto y lo nuevo en vez de invalidarlo. Estudiar, sin prejuicio, las condiciones y tendencias que despuntan. No aferrarse a las afirmaciones genéricas, si impiden el discernimiento de lo particular. Admitir las racionalidades diversas, las creencias extrañas, las ceremonias y los ritos ajenos. Es decir, se debe acompañar los cambios culturales y tener la capacidad de reconocer nuevos paradigmas.

Enfocando la cuestión en nuestra realidad cabe preguntarse: ¿es la prensa paraguaya legisladora o intérprete?.

Tomando como paradigma la prensa escrita encontramos una gran plataforma donde surgen manifestaciones de todo tipo: crónicas, editoriales, columnas de opinión, investigación y hasta páginas de humor que resaltan de manera tragicómica situaciones de la realidad nacional. A mi entender en estas modalidades periodísticas se desarrollan en paralelo las dos distinciones baumanianas, e inclusive en algunos casos se fusionan en una sola manifestación, en un solo “intelectual” que sigue una corriente ubicando sus ideas en la interpretación de costumbres y hechos sociales y las normas que las gobiernan. Esto en gran medida puede encontrar su causa en el descrédito de conocimientos y valores de aspiración universal, propio de los tiempos en que vivimos.

Por otro lado, considerando los programas televisivos sin incluir los noticieros, se reconoce un prototipo de programas de entretenimiento frívolos que se esfuerzan en interpretar los gustos y preferencias de los televidentes con el sencillo objetivo de ofrecer el producto que deseen (sin importar su calidad ni contenido) para venderlo y gobernar el ráting que propiciará un buen flujo publicitario traducible en ganancias monetarias. No existe intervención intelectual alguna en este caso, simplemente se trata de una común situación propia del paso de una economía de producción hacia una economía del consumo.

En cuanto a los noticieros no puede afirmarse que practiquen un análisis propositivo suficiente para calificarlos de intérpretes. Se limitan a comunicar hechos, informar con ánimo fanfárrico y tendencia amarillista sin mucha técnica pero con capacidad de impresionar a la teleaudiencia. Entiendo que también existen programas de entrevistas a actores públicos donde se debaten ideas y se profundizan los temas que ocupan, pero ignoro sus características en detalle como para emitir un juicio sobre ellos.

Encuentro la clasificación de Bauman sumamente válida como punto de partida para valorizar el oficio intelectual, cuestionar su vigencia y realizar una llamada de atención que permita fortalecer y sobre todo dar utilidad al vínculo entre lo ideal y lo real. Estos dos estadios deben relacionarse íntimamente para un conocimiento cabal de una sociedad encaminada a su progreso. Al final, parafraseando a Barrett, concluyo que un intelectual completo será aquel que además de la capacidad de su intelecto también tenga sentimientos.



viernes, 7 de diciembre de 2012

La escuela pensante*


Por María de la Paz Peña, Asesora de Paraguay Educa
Los educadores, a lo largo de la historia, han señalado de manera exhaustiva el camino a seguir para el mejor aprovechamiento de ese espacio cerrado que se ha denominado escuela. La palabra escuela se origina en el griego, con un significado y connotación lúdicos, como sitio de diversión, ocio, tiempo libre, contrariamente a lo que sucede en la escuela tradicional.
Foto de Abc Color
El mismo vocablo transformó, sin embargo, su significado en la acepción latina de escuela como lección, más a tono con la interpretación presente. En la Edad Media y principios del siglo XIX, los sistemas educativos se basaban en su mayoría en un modelo de alumno-mentor y, en muchos casos, era privilegio de unos pocos. Hoy, observamos los sistemas educativos con una intención de abarcar a la mayor cantidad posible de niños y niñas, distribuidos en grupos etarios y por grados y la departamentalización de las disciplinas con un currículo rígido sujeto a pocos cambios según las necesidades del momento y del interés del alumno. Asimismo, el Estado, como representante del pueblo, tiene intenciones de garantizar que los miembros de la sociedad a su cargo reciban una educación gratuita y de acuerdo a las exigencias del momento. Uno de los objetivos sería, sin duda, cerrar la brecha de la desigualdad, asegurando que todos los que acceden al sistema educativo obtengan las habilidades necesarias para participar en el desarrollo económico y cultural de su país. Es también la escuela un espacio de socialización, así como una maquinaria de homogeneizar infantes y adolescentes. En este interés de universalización y de logros cuantificables a corto plazo cae el sistema educativo en el error de centrar sus esfuerzos en aquellos niños que, a criterios subjetivos, son considerados más aptos a ser moldeados a merced del maestro de turno
Cabe preguntarnos qué sucedió con la influencia de pensadores y educadores como J. Rousseau, John Dewey, María Montessori, J. Brunner, quienes contribuyeron a que las apreciaciones que se tenían de la infancia y del aprendizaje fueran cambiando y se considerara al niño como sujeto de un proceso de crecimiento por etapas, cada una de ellas con maneras diferentes de abordar el conocimiento. Los trabajos de sicólogos y matemáticos, como Jean Piaget y Seymour Papert, quienes describieron las sucesivas etapas evolutivas del niño y los espacios propicios para que el niño tenga la oportunidad de crear conocimiento. Todos ellos y muchos más insistieron, de manera enfática, como prediciendo lo que ocurriría en las aulas, que el conocimiento lo construye uno mismo con exclusiva participación en la misma experiencia. Pero por lo observado en las aulas de hoy día, pareciera que las descripciones, observaciones e investigaciones de todos ellos no fueron tenidas en cuenta.
Observando desde afuera, pareciera que no se ha comprendido a estos grandes pensadores y estudiosos de la infancia y adolescencia que nos indicaron cómo debería ser el “ethos” del aula. Menciona David Perkins (Harvard University) que la denominación ideal de ese espacio debería ser la de “escuela Inteligente”. Pero para pertenecer a ese grupo de escuelas necesitamos educadores visionarios, que desafían día a día a los niños a encontrar un uso apropiado del conocimiento y de la información que reciben de manera exponencial y acelerada. La escuela, volviendo al origen griego de la palabra, deberá ser el lugar de diversión, donde el pensamiento ocupe un lugar único. Es decir, estrategias de aprendizaje donde el pensamiento sea la única “materia” del plan educativo. Esa materia “pensamiento” será la que propiciará una comprensión de aquel contenido curricular, información impresa, verbal, hoy día, digital. Podríamos preguntarnos de qué nos puede servir obtener y compartir información con los alumnos si su comprensión y uso correcto de la información no forma parte exclusiva y sistemática de la actividad en la escuela. Los contenidos curriculares y la participación de los actores, considerados en algunos casos los más importantes, como ser los maestros y los administradores educativos, no han dado muestra de estar articulados sistémicamente alrededor de una “enseñanza para la comprensión” (Teaching for Understanding, Project Zero, Harvard University), y con la práctica en el uso de esa comprensión.
Es fundamental poner a la “comprensión” en el centro y como único movilizador de toda la innovación educativa, eliminando sin perdón alguno, a la memorización, al copiado, a la decodificación sin codificación, a la repetición. Es decir, a la ausencia de creatividad y originalidad tanto del alumno como del maestro. Sin embargo, en los lugares del mundo donde las innovaciones educativas son urgentes, los desafíos siguen intimidando a los responsables directos. Las soluciones al problema educativo no se basan en la inversión económica únicamente, ni a ofrecer nuevos y cautivantes espacios de aprendizajes para los maestros. Es imperante ser bien precavidos a la hora de hablar de capacitaciones. De hecho, nadie capacita al otro; cada uno se capacita a sí mismo. Podríamos caer en la cuenta, y una vez más será tarde, de que la comprensión como elemento único y justificado de todo el aprendizaje, la razón de ser de la escuela, sigue ausente.
Los avances pedagógicos experimentales y un gran número de investigaciones en el área de la neurociencia indican que los cambios curriculares, el conocimiento disciplinar, las horas de presencia física en la escuela no son suficientes para un desarrollo de pensamiento de orden superior. Por tanto, las transformaciones educativas serán útiles y duraderas en la medida que la creatividad, la imaginación y la innovación sean parte de la cultura escolar. De ser así, los niños estarían preparados para afrontar los desafíos del siglo XXI y sus espacios de aprendizaje podrían ser llamados “escuelas pensantes”
*Artículo publicado en Abc Color, el domingo 2 de diciembre de 2012