sábado, 29 de septiembre de 2012

QUE - SE - QUEDEN

Benjamín Fernández Bogado 
Periodista y profesor universitario
(Artículo publicado en el diario Ultima Hora el domingo 23 de septiembre de 2012)

BFB. Foto extraída de google image
La aprobación de los fondos de Itaipú a varios propósitos, entre ellos un 30% para la educación, es un buen comienzo para materializar el repetido concepto que sin educación no hay democracia ni libertad posibles y menos república. Estos 100 millones de dólares anuales son importantes, pero no son suficientes para hacer de la educación la verdadera obsesión nacional como lo es en los países asiáticos. Se necesitan mil millones de la misma moneda para hacer posible que la formación de niños y jóvenes esté acorde a las demandas mundiales. Solo como dato, la tercera universidad más grande de México tiene más presupuesto que toda la educación pública paraguaya. Esto indica que nos queda un gran camino por recorrer y sería absurdo creer que hemos logrado algo trascendente solo por haber dado el primer paso.
La otra cuestión no menos importante es algo que se encuentra fuera de estos recursos y tiene que ver con la verdadera utilidad que tiene una buena educación en una sociedad que mira con recelo y desconfianza al que tiene conocimiento. La sociedad en su conjunto debe saber colectivamente que una buena educación es la única manera de realización social de una persona y en ese camino no solo el Estado, que finalmente solo representa a la sociedad organizada, tiene un rol que cumplir. Hoy vemos que saber, conocer, formarse no es garantía de un buen salario ni un empleo digno y eso lo perciben los jóvenes universitarios que representan solo el 5% de la población educativa que inició sus estudios en el kindergarten y de ellos solo un marginal 10% de los ingresados a centros de altos estudios culmina sus estudios. Esto debe ser analizado con seriedad para conocer que ha fallado en el proceso no solo inicial sino también en el final donde se supone que hay un grado de madurez del estudiante y su familia que pesa a la hora de continuar sus estudios universitarios y concluirlos. ¿Por qué desertan? ¿Porque no creen que esa educación les pueda servir en el futuro?, ¿qué les hace huir de las aulas? Son cuestiones muy serias que requieren un análisis complejo para conocer lasa razones de la misma.
Si solo el 10% de los ingresantes universitarios concluyen sus estudios algo huele a podrido en las universidades parafraseando a Shakespeare en Hamlet y debemos echar mano con urgencia a las soluciones, porque de lo contrario seguiremos tirando más dinero en un barril sin fondos con graves daños para el país en su conjunto. Habría que sumar los escasos estudiantes paraguayos que se graduaron en el exterior y que son ganados por el desencanto y la desilusión que muchos terminan por retornar a los países donde fueron instruidos con un notable daño a las finanzas del país que los formó hasta el grado de licenciatura. Un ministro argentino de Educación, Filmus, solicitó que los países que tienen profesionales de su país y que no retornaron les devuelvan los 75.000 dólares que ha costado su formación en centros públicos de ese país. Ha sido un buen recurso retórico, pero absolutamente inocuo.
Hoy importa por igual tanto formarlos como retenerlos. Si no creamos las condiciones para que gobierno y sector privado reconozcan a los capaces, a los destacados, a los preparados en el exterior y los contraten bien remunerados no habrán grandes cambios y los mediocres seguirán mofándose de aquellos que pudiendo dar más por sus países lamentan su marginación o miran con nostalgia el país desde el exterior. Hay que hacer que los que se forman en el país o en el exterior trabajen y se realicen en Paraguay, de lo contrario estaremos dilapidando recursos y proveyendo a los países del centro de recursos tan necesarios como urgentes en la periferia.

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