viernes, 21 de septiembre de 2012

PARA ENTENDER MEJOR LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA (O CUALQUIER OTRA)


Anunciamos la próxima aparición del libro "La conducción del Ejército paraguayo en la guerra contra la Triple Alianza", -por gentileza de MARBEN EDITORA S.A- en el cual, por primera vez se analiza aquel conflicto con el auxilio del telescopio de las Leyes de la guerra y los principios de la conducción de un Ejército en guerra. 


Foto de MEC Digital
Cada comentario que iremos haciendo, esperamos que sean útiles, especialmente para los diletantes en el arte de la guerra, de modo a entender mejor los relatos de cada batalla y por qué se ejecuta una operación o por qué se mantiene inactiva. También, el motivo que un conductor tiene para mantener una actitud defensiva o decidir pasar a la ofensiva o retirarse a otro lugar por motivo táctico o por economía de fuerzas. Asimismo, el momento oportuno de lanzar un contraataque o emprender la retirada. 

Al final de la narración de cada batalla y cada campaña, tal como aconseja la historia militar, se encontrará un "análisis crítico" donde se señala las experiencias que podían ser extraídas, los principios correctamente aplicados por el vencedor, los que no tuvo en cuenta el conductor derrotado, así como las consecuencias de la victoria y de la derrota; porque cada batalla afecta a la próxima y cada una de ellas es causa de la anterior. También, está incluida cuándo ha llegado el momento en que se debe detener la guerra y buscar la paz.

Sobre la historia y sus fines 
Es importante ponernos de acuerdo sobre lo que es la historia y sus fines. Para empezar, podemos decir que la historia  y la ética no pueden ni deben separarse, y que ella no es panegírico de la nación ni es para dedicar alabanzas a una persona, sino que es madre de las ciencias y como tal imagen de la verdad. Por lo tanto, aumentar o disminuir la figura de un hombre considerado una celebridad no es propio del historiador que tiene el deber de dejar a cada personaje su tamaño natural. La historia es valiosa porque es verdadera y su fin en registrar el pasado es la de ser algo así como un banco en donde la gente -principalmente los líderes políticos y militares- puede recurrir en busca de experiencias y sabios consejos; porque ya lo dice el refrán: "Es mejor conducirse con experiencia ajena porque la propia llega tarde y cuesta cara".

El filósofo norteamericano Jorge Ruiz de Santayana, advierte: "El pueblo que no quiere recordar su pasado tal como es tendrá como castigo el ver como se repite". Y Voltaire, fastidiado de los que mezclaban verdades con falsedades expresó: "La historia nunca necesitó de tantos documentos auténticos como en nuestro día en que se trafican tan insolentemente con la mentira". Ante las afirmaciones de estos dos autores de grandes obras del pensamiento, nos cabe preguntar: ¿Qué le impulsaron a algunos de nuestros historiadores más exaltados a no querer revelar al pueblo paraguayo toda la verdad sobre la "Guerra del 70", prefiriendo mezclar en un revoltijo verdades con mentiras, desfigurando los hechos y sembrando la confusión? El pueblo paraguayo tiene derecho a saber la verdad para que no vuelva a repetirse.

La finalidad del estudio de la historia militar es extraer enseñanzas y experiencias sobre las guerras del pasado para perfeccionarse en el arte de la conducción. Es por esta razón que la historia falseada y las loas heroicas no sirven para extraer experiencias y sacar conclusiones para que sean útiles en un futuro conflicto bélico; consecuentemente, a los militares que quieren ser conductores de Ejército no les vale las alabanzas carentes de objetividad. En fin, no se puede llamar historiador al que confunde valentía con temeridad, heroísmo con suicidio colectivo, y que  intenta convertir derrotas en victorias y la inútil muerte masiva de compatriotas en inobjetable gloria nacional.



No cabe duda que todo conductor de ejército necesita estudiar la historia militar para extraer de ella una experiencia previa sobre la guerra, aprendiendo la conexión que la estrategia y las tácticas tienen con la del presente. Por estas razones, César, Napoleón y Federico llegaron a la conclusión de que es absolutamente necesario, que ya al ir a la guerra, el conductor posea una experiencia previa sobre la misma, la que no se puede obtener más que en el estudio razonado de la historia militar.

Es preciso aclarar que el papel de la historia es la de ejercitar la mente y el espíritu del conductor. Pero, no hay que ir a la guerra con ideas preconcebidas porque nada se repite jamás. Por consiguiente, en el teatro de operaciones la historia no llevará al conductor en andadores, pues deberá confiar en su propia inspiración para tomar la decisión más apropiada en los momentos críticos, porque en el campo de batalla la situación cambia cada momento. Consecuentemente, es imposible prever todo. Lo que estamos queriendo señalar es que la historia es algo así como el profesor de cirugía de la Facultad de Medicina, una vez que el estudiante ha recibido su título y completados las pasantía y residencia correspondientes, el nuevo médico ya no le tendrá a su lado al profesor en la sala de cirugía. 

En esta ocasión nos proponemos a comentar las opiniones sobre Historia Militar de algunos de los capitanes más admirados de todos los tiempos:


Foto de Historywiz
Napoleón Bonaparte (1769-1821). General y emperador francés. Considerado como uno de los genios militares de la historia. En 1810, el imperio napoleónico comprendía casi la mitad de Europa.  Se dice que Bonaparte aconsejaba a sus generales hacer la guerra como Alejandro Magno, Aníbal, Julio César, Gustavo Adolfo y Federico II. Amenudo repetía : "Leed la historia de sus 83 campañas. Volved a leerlas y formaos en su ejemplo. Este es el único camino para llegar a ser un gran general y dominar los secretos del arte de la guerra".





Foto de Corbis
Alfred von Schlieffen (1833-1913). Mariscal y jefe de Estado Mayor del ejército alemán desde 1891 hasta 1906. El plan de campaña aplicado por Alemania en la I Guerra Mundial (1914) llevaba su nombre. En un discurso pronunciado en 1910, con motivo de la conmemoración del centenario de la Academia de Guerra de Berlín, dijo: "Delante de todo el que quiera llegar a ser conductor de ejército, hay un libro que debe estudiar y se titula: HISTORIA DE LA GUERRA".







Foto de 123rf
Federico II  (1712-1786). Llamado el Grande. Rey de Prusia. Llevó a su país a ser el Estado más poderoso de Europa y aseveraba que: "El arte de la guerra exige un permanente estudio si queremos apropiarnos fundamentalmente de él. Lejos estoy de creer que lo he conseguido, y hasta soy de opinión que no basta una vida para lograrlo. De campaña en campaña he ido adquiriendo nuevos conocimientos por nuevas experiencias y sin embargo, hay todavía infinidad de asuntos sobre los cuales el Destino no me ha permitido experimentar. Yo estudio toda clase de historias militares, desde César (a) en las Galias hasta Carlos XII (b) en Poltawa. Estudio con todas mis fuerzas y hago todo lo posible para adquirir los conocimientos que me son necesarios para resolver dignamente las cuestiones correspondientes a mi cargo; en síntesis, trabajo para hacerme mejor y para llenar mi espíritu con todo lo que el pasado y la época actual ofrecen como ejemplos esplendorosos".



SOBRE LA GUERRA Y LA PAZ
A pesar de haber conquistado una parte importante del territorio y destruidas las fuerzas militares del enemigo, la guerra no puede considerarse como terminada hasta que el gobierno derrotado no haya firmado la paz o hasta que la población haya sido sometida totalmente. Y asimismo es, hasta que se controla totalmente el país, la guerra puede estallar de nuevo en el interior o con la ayuda de un aliado; y de este modo obligar al vencedor a nuevos esfuerzos. No obstante, hay que considerar siempre que con la firma de la paz,  finaliza la guerra. Si el gobierno, a pesar de haber sido vencido, no acepta la derrota, logrará que la lucha se extienda hasta ser totalmente aplastado; esto es hondamente penoso, pero así es la guerra. 


Hay varios motivos que obligan a un gobierno a buscar la paz, tales como: la imposibilidad de seguir oponiendo resistencia seria; para evitar que la nación alcance la bancarrota por el gasto de guerra ya hecho y del que todavía se requiere; por el excesivo precio que hay que pagar por la victoria (guerra de Vietnam), etc.



La guerra no es un hecho o una acción de pasión ciega como la consideró el mariscal López, sino está dominada por el objetivo político (en la guerra del Chaco el objetivo era "expulsar a los bolivianos del Chaco paraguayo"); es decir, lo que el gobierno nacional desea conquistar o proteger. El valor y la importancia del objetivo indican el grado de sacrificios que hay que realizar para obtenerlo; o sea, qué cantidad de vida de compatriotas, bienes del país y el retroceso del progreso nacional, el gobierno del Estado está dispuesto a comprometer para la conquista del objetivo político de la guerra. Consecuentemente, tan pronto como los gastos para mantener las fuerzas militares sean tan grandes que la conquista del objetivo ya no podrá compensar -o ya no justifica el sacrificio de la nación-, ese objetivo debe ser abandonado y lo más razonable será negociar una paz de conveniencia mutua, porque es absurdo pagar cien por algo que solo vale diez.



Todo jefe de Estado tiene la obligación de mirar la postguerra, porque su responsabilidad primaria, fundamental, es recuperar la paz para su pueblo y no permitir que el país alcance el punto de su devastación. Hay que pensar siempre que la guerra es tan solo un árbitro al que se apela después de agotar los otros medios (diplomático, negociación, arbitraje, presión de un tercero, etc.), para saber de qué lado está el "derecho", y nada más. Continuar la guerra sin posibilidad de victoria es una insensatez, una locura, un acto perverso, porque representa un inútil desperdicio de vidas humanas y un vano despilfarro de los bienes de la nación.



Foto extraida de Google image
Se puede conversar con personas de diversos niveles educativos y de varias maneras se llega a una misma inquietante conclusión: la mayoría de nuestros compatriotas, además de tener poco conocimiento de la historia nacional y casi nada sobre la guerra de la Triple Alianza, cree que si la guerra no se puede ganar, lo mismo habría que continuarla para defender el honor nacional -como lo hizo el mariscal López, a quien se lo venera en tal sentido-. Se entiende que orillar hasta la aniquilación a todo un pueblo es demencial, como si la guerra pudiera autorizar al supremo gobierno nacional o al general en jefe de las fuerzas militares, en disponer a su antojo sobre la propiedad de los ciudadanos, vale decir: sus vidas y sus bienes; como si la nación paraguaya precisara escribir una epopeya épica de dolorosos sacrificios para tener una existencia gloriosa de la cual podamos enorgullecernos; como si la nación paraguaya pudiera vivir de la fama bélica, en vez de vivir del trabajo digno en la concordia que sólo puede brindar la paz. 

Coronel (S.R.) Teodoro R. Delgado
Miércoles, 19 de setiembre de 2012



0 comentarios: